Cita inesperada
La acarició con sus manos frías, pasando los blancos dedos por su castaña y larga cabellera, terminando en el cuello cubierto por una gruesa bufanda. Eran tan suaves sus manos, casi etéreas. Ella hubiera querido desaparecer a todos para sentir esa frialdad de plumas con olor a hojas, pero no se detuvo, siguió caminando pues las sombras se alargaban anunciándole con premura aquella cita tan esperada.
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