Caminando calle abajo me encontré con un viejo amante, lo vi kilómetros atrás y una sonrisa no tardó en aparecer. Me alegró el verlo, el sentir que la piel se me erizaba por las caricias que estaba a punto de recibir. Él corría desde el otro extremo de la ciudad, presuroso. Se detuvo dos pasos antes de llegar y desapareció como buen fantasma que la lluvia me hizo recordar...
lunes, 1 de agosto de 2011
martes, 19 de julio de 2011
martes, 12 de julio de 2011
lunes, 11 de julio de 2011
Cita inesperada
La acarició con sus manos frías, pasando los blancos dedos por su castaña y larga cabellera, terminando en el cuello cubierto por una gruesa bufanda. Eran tan suaves sus manos, casi etéreas. Ella hubiera querido desaparecer a todos para sentir esa frialdad de plumas con olor a hojas, pero no se detuvo, siguió caminando pues las sombras se alargaban anunciándole con premura aquella cita tan esperada.
Fantasma
Hoy te vi caminando en la calle y mi corazón se detuvo sólo para agarrar fuerza, para entumir mis piernas y sentir que me quemaba al respirar. Te seguí con la mirada hasta que las piernas obedecieron a la voluntad, pude avanzar hacia ti y ver que no eras tú... Mis ganas de verte, de seguirte, de olerte (aunque no llegué tan cerca cómo para descubrir un olor diferente o igual al tuyo) me traicionaron, hicieron que le pusiera tu cuerpo a otra alma, me volví a cegar con la perfección de tus manos y me embriagué con la delicia que es tu imagen. ¡Ah, pero que imperfectos recuerdos los que me atacaron al momento! Manjares de la locura que extasian mi soledad. Esa imperfección denotó lo sedienta que estoy de ti, de toda tu ignorancia, de tus manías. Hambrienta de tus miedos que me convierten en un salvaje animal capaz de devorarlos sin llegar a indigestarse. Podía pasar días enteros sonriente al mundo sabiéndote junto a mí, nuestras angustias neutralizándose o desgastándonos. Quién se iba a imaginar, mis demonios que de ti resultan sombras convulsionaron nuestro onírico momento que llegó a ser éste cadáver insepulto en mi vida. Estoy segura de que si estuvieras muerto de verdad, tus apariciones no ocurrirían de manera tan frecuente y perjudicial a mi ya delicada salud mental.
Hoy te vi caminando en la calle y mi corazón se detuvo sólo para agarrar fuerza, para entumir mis piernas y sentir que me quemaba al respirar. Te seguí con la mirada hasta que las piernas obedecieron a la voluntad, pude avanzar hacia ti y ver que no eras tú... Mis ganas de verte, de seguirte, de olerte (aunque no llegué tan cerca cómo para descubrir un olor diferente o igual al tuyo) me traicionaron, hicieron que le pusiera tu cuerpo a otra alma, me volví a cegar con la perfección de tus manos y me embriagué con la delicia que es tu imagen. ¡Ah, pero que imperfectos recuerdos los que me atacaron al momento! Manjares de la locura que extasian mi soledad. Esa imperfección denotó lo sedienta que estoy de ti, de toda tu ignorancia, de tus manías. Hambrienta de tus miedos que me convierten en un salvaje animal capaz de devorarlos sin llegar a indigestarse. Podía pasar días enteros sonriente al mundo sabiéndote junto a mí, nuestras angustias neutralizándose o desgastándonos. Quién se iba a imaginar, mis demonios que de ti resultan sombras convulsionaron nuestro onírico momento que llegó a ser éste cadáver insepulto en mi vida. Estoy segura de que si estuvieras muerto de verdad, tus apariciones no ocurrirían de manera tan frecuente y perjudicial a mi ya delicada salud mental.
Me quedé con un "te amo" tocando mi paladar, que con un trago de agua regresé a mi exaltado vientre. Arrastré los pies y torpemente giré el cuerpo. Me despedí de ti amado desconocido con un silencio indiferente.
jueves, 7 de julio de 2011
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